viernes, 2 de noviembre de 2012

Canciones de José Afonso: Os índios da Meia-Praia


José Afonso










Aldeia da Meia-Praia, ali mesmo ao pé de lagos,
vou fazer-te uma cantiga da melhor que sei e faço.

De Monte-Gordo vieram, alguns por seu propio pé
um chegou de bicicleta, outro foi de marcha a ré.

Quando os teus olhos tropeçam no voo de uma gaivota,
em vêz de peixe vê peças de oiro caindo na lota.

Quem aqui vier morar, nao traga mesa nem cama.
Com sete palmos de terra se constrói uma cabana.

Tu trabalhas todo o ano, na lota deixam-te mudo.
Chupam-te até ao tutano, levam-te o couro cabeludo.

Quem dera que a gente tenha de agostinho a valentia,
para alimentar a senha de esganar a burguesia.

Adeus disse a Monte-Gordo, nada o prende ao mal passado.
Mas nada o prende ao presente se só ele é o enganado.

Oito mil horas contadas laboraram a preceito,
até que veio o primeiro documento autenticado.

Eram mulheres e crianças, cada um com seu tijolo.
Isto aqui era uma orquestra, quem diz o contrario é tolo.

E se a má lingua nao cessa, eu daqui vivo nao saia,
pois nada apaga a nobreza dos índios da Meia-Praia.

Foi sempre a tua figura tubarao de mil aparas,
deixas tudo á dependura quando na presa reparas.

Das eleiçoes acabadas, do resultado previsto,
saiu o que tendes visto muitas obras embargadas.

Mas nao por vontade própria porque a luta continua,
pois é dele a sua história e o povo saiu á rua.

Mandadores de alta finança fazem tudo andar pâra traz.
Dizem que o mundo só anda tendo á frente um capataz.

Eram mulheres e crianças, cada um com seu tijolo.
Isto aqui era uma orquestra, quem diz o contrario é tolo.

E toca de papelada no vaivém dos ministérios,
mas hao-de fugir aos berros inda a banda vai na estrada.
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Los indios de Meia-Praia

Aldea de Meia-Praia, allí mismo al pie de Lagos,
voy a hacerte una canción lo mejor que sé y hago.

De Monte-Gordo vinieron, algunos por su propio pie,
uno llegó en bicicleta, otro vino marcha atrás.

Cuando tus ojos tropiezan con el vuelo de una gaviota,
en vez de pescado ves piezas de oro cayendo en la lonja.

Quien venga a vivir aquí no traiga mesa ni cama:
con siete palmos de tierra se construye una cabaña.

Tú trabajas todo el año, en la lonja te dejan mudo,
te chupan hasta el tuétano, te levantan el cuero cabelludo.

Ojalá la gente tuviera de Agostinho la valentía,
para alimentar la furia de limitar a la burguesía.

Adiós, dijo Monte-Gordo, nada le sujeta al mal pasado,
pero nada le sujeta al presente, si sólo él es el equivocado.

Ocho mil horas contadas trabajaron por precepto,
hasta que vino el primer documento certificado.

Quien venga a vivir aquí no traiga mesa ni cama:
con siete palmos de tierra se construye una cabaña.

Eran mujeres y niños, cada uno con su ladrillo.
Esto aquí era una orquesta, quien dice lo contrario está loco.

Y si las malas lenguas no paran, yo de aquí vivo no salga,
pues nada apaga la nobleza de los indios de Meia-Praia.

Fue siempre tu figura tiburón de mil cortes,
lo dejas todo colgado cuando en la presa reparas.

De las elecciones terminadas, del resultado previsto,
salió lo que habéis visto: muchas obras embargadas.

Pero no por voluntad propia porque la lucha continúa,
pues es su historia y el pueblo salió a la calle.

Los mandos de altas finanzas hacen todo andar hacia atrás,
dicen que el mundo sólo anda si tiene al frente un capataz.

Y ahora toca papeleo en el vaivén de los ministerios,
pero han de huir gritando: la gente todavía está en la carretera.

Eran mujeres y niños, cada uno con su ladrillo.
Esto aquí era una orquesta, quien dice lo contrario está loco.